viernes, 25 de septiembre de 2009

Colombia necesita un acuerdo sobre lo fundamental

En un país con una polarización histórica y violenta, con un presidente y un vecino autoritarios, con grupos armados que actualmente son terroristas y sin ideales, y con una sociedad que simplemente se deja dividir; quienes somos demócratas debemos concretar un acuerdo de tolerancia.

Es difícil decirlo pero, como dice quien fue mi profesor de Historia de las Ideas y el Pensamiento político el Dr. José Rodríguez Iturbe, en un país donde los extremos se fortalecen tanto, los centros, los acuerdos y los consensos tienden a desaparecer (lo dice el que es venezolano). Y eso es lo que le ha pasado a Colombia durante estos últimos sesenta años de historia republicana.

Y es que, como olvidar aquella tarde del 9 de Abril de 1948, en la que Juan Roa Sierra disparó contra el máximo líder liberal Jorge Eliecer Gaitán, cuando se desató una de las furias populares más grandes de nuestra historia, producto de ella fue el tan famoso bogotazo que dejó a la ciudad prácticamente destruida. Desde esa fecha y hasta la instauración del Frente Nacional, la guerra entre liberales y conservadores fue a muerte y sin treguas. En éste escenario de odio e intolerancia (tan repetitivos en nuestra historia) se crearon las primeras guerrillas liberales, de corte gaitanista y algunas muy ligadas al comunismo, cuyo principal objetivo era el desmantelamiento del gobierno conservador que imperaba en la época.

Para tristeza de las guerrillas, quien logró bajar del poder al presidente conservador de entonces, Laureano Gómez, fue el General Gustavo Rojas Pinilla apoyado por una facción del Partido Conservador y todo el Partido Liberal. El General Rojas Pinilla, promovió la dejación de armas de las guerrillas liberales a cambio de amnistía, pero no pudo convencer a las más radicales, a aquellas que sentían que todavía la deuda de la muerte de Gaitán no se había pagado totalmente. Entre esas guerrilleras estaba una liderada por un campesino, su nombre era Pedro Antonio Marín, quien se hizo famoso entre sus camaradas por no fallar ni un solo tiro de los que salían de su ya temida arma de fuego, por esta razón, fue llamado “Tirofijo”.

Ante las excesivas concesiones que estaba otorgando el General Rojas Pinilla a las guerrillas, las elites de los partidos Liberal y Conservador temían un gobierno populista y su perpetuación en el poder, de esta manera lo presionan al punto de hacerlo renunciar en 1957, acto seguido, y para evitar una resurrección de la violencia bipartidista, firman el pacto del Frente Nacional, la dictadura burocrática que gobernó a nuestro país durante dieciséis largos años.

Aunque no se esperaba oposición, mas temprano que tarde el Frente Nacional contaba con una gran variedad que iba desde la crítica pacifica, por las vías de la democracia, en donde se destaca el Movimiento Revolucionario Liberal (MRL) y la ANAPO; hasta la crítica violenta por la vía de las armas, como la de Tirofijo, quien se sintió traicionado por el aparato del Partido Liberal y atendiendo a los vientos de revolución que venían de Cuba decidió forjar el destino de su nueva guerrilla en los ideales marxistas-leninistas y creó las FARC con el apoyo político del Partido Comunista, también surgieron el ELN, el EPL, el Quitin Lame y un movimiento mas urbano que rural, fruto directo de Estado de sitio, como fue el M-19.

El Frente Nacional, aunque puso fin a las guerras bipartidistas, sembró en Colombia el terrible flagelo de la corrupción, ya que la burocracia se empezó a repartir como torta en piñata, este flagelo acabo por dejar a Colombia en una grave situación social que termino por alimentar el conflicto armado interno, y llevar a muchos jóvenes a tomar las armas para pedir esa reivindicación social que tanto esperaban.

Pero fue el narcotráfico, ese asqueroso flagelo al que Colombia pareciera estar destinada a padecer, lo que rebozo finalmente la copa. Esa terrible caja de pandora, que fue abierta por aquellos que querían volverse ricos de la noche a la mañana, termino por filtrar y degradar todo lo que osaba acercarse a ella por netos fines lucrativos.

Así, sus secuelas fueron nefastas: las terribles bombas de Pablo Escobar y el sufrimiento del narcoterrorismo, la creación de las autodefensas como organización armada ilegal que protegía a la nueva burguesía narcotraficante de la amenaza guerrillera, la infiltración de esa burguesía narcotraficante en la política y en todas las instituciones publicas, permeando gran parte de Estado de la asquerosa corrupción; el olvido por parte de las guerrillas de todo su ultraísmo ideológico y su constante degradación para convertirse en esa simple organización narcotraficante que lucha en armas, con el solo propósito de ganar las tierra donde se cultivan las drogas (es la única razón por la que se enfrentan las FARC y el ELN), hasta llegar al punto de utilizar el terrorismo contra el pueblo que dicen defender para cumplir sus fines.

Aun así, después de haberles narrado toda esta cantidad de odios que ha sufrido nuestro país a lo largo de estos tristes sesenta años, el presente no nos trae, para nada, cosas buenas. Colombia es hoy un país que esta oficialmente polarizado, el presidente Uribe (a quien en esta ocasión no criticare por su gobierno como tal) no ha sido un hombre que fomente dentro del pueblo colombiano el valor (importantísimo) de la tolerancia, por el contrario, ha sabido sintetizar esa polarización ya existente a lo largo de la historia, que acabo de narrar, la ha sumado a la polarización de su propia reelección y la ha sabido mezclar, muy meticulosamente, con la polarización que se empieza a fraguar en torno a la figura del presidente venezolano Hugo Chávez; todo esto como resultado del que el ha denominado Estado de Opinión.

Es decir, todo aquello (la oposición democrática, la Corte Suprema de Justicia, periodistas, ONG´s, activistas de los derechos humanos) que se encuentre al lado opuesto de su posición esta condenado a que se le tilde por el ciudadano de a pie (utilizando expresiones del presidente) como un “legitimador del terrorismo”, como un “terrorista vestido de civil”, como un “amigo de la guerrilla”, como “un calumniador”. Mi pregunta es, ¿esta extrema polarización sumada a la configuración de una dictadura constitucional lleva a Colombia por los caminos de la paz?, ¿sirve para la real reconciliación de todo el pueblo colombiano?, o por el contrario ¿ahonda mas los odios, y por lo tanto, nos aleja cada día mas de la posibilidad de un futuro pacifico?

Colombia necesita un acuerdo sobre lo fundamental, que se enmarque en la necesidad de fomentar entre la sociedad el valor de la tolerancia y el respeto. No quiero decir con esto que cualquier diferencia de pensamiento es razón de una polarización, ¡no!, sino que esas diferencias deben ser aceptadas y no estigmatizadas dentro de la sociedad. Por lo tanto, dentro de ese acuerdo sobre lo fundamental deben estar todas las facciones que apoyen la democracia y no la configuración de una dictadura constitucional.

Las elecciones presidenciales que se avecinan pueden ser decisivas para este propósito, de la polarización extrema en la que nos tiene sumidos el Presidente Uribe puede surgir una coalición que se le enfrente y que sea el resultado de la unión todos aquellos demócratas que no caigan ante la tentación burocrática de su reelección. De esta coalición, puede salir un gobierno capaz de convocar a un gran acuerdo a todos los actores, tanto políticos como armados, que se base en la construcción de una nueva nación mas pacifica, más democrática, más tolerante, más progresista, que tenga claros unos mínimos básicos de desarrollo compartidos por todos. Por eso mañana 27 de Septiembre, votaré por el único candidato que me ha propuesto esa gran salida a la violencia de mi país, Gustavo Petro, el único que me ha planteado la posibilidad de poder acordar el futuro con aquellos que piensan distinto a mi.

Lealo también en Censurados:Cero

Fuentes:
El Frente Nacional; reseña de la Biblioteca Luis Ángel Arango

De Rojas Pinilla al Frente Nacional

Un campesino en armas


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