El actual Papa ha
insistido desde que llegó a su pontificado en la coherencia entre “caridad
cristiana” y actuar católico ¿Debería la izquierda seguir este ejemplo?
Si algo debe valorarse en una persona es la coherencia que
expresa entre su pensamiento y sus actos.
Así, es ideológicamente contrario que hace pocos meses,
cuando murió la otrora “Dama de hierro” británica Margaret Thatcher, impulsora
a ultranza de la liberalización de los mercados financieros y la privatización
de los servicios públicos - políticas que llevaron a un aumento del desempleo y
la desigualdad en su país - hayan salido católicos colombianos admiradores de
aquella “estadista” en defensa de su legado.
Es por ello, que ha resultado un bálsamo escuchar desde que
se posesionó el máximo representante e intérprete de la doctrina católica en el
mundo, el Papa Francisco, haciendo pertinentes aclaraciones económicas.
Contrario a lo que piensan aquellos católicos colombianos, el Pontífice no ve
muy conforme a la doctrina católica el actual sistema financiero. Para él, en este modelo “los propios seres humanos son considerados como bienes de consumo
que pueden ser utilizados y desechados”.
Además, ha aclarado que “este desequilibrio viene de las
ideologías que defienden la autonomía absoluta de los mercados y la
especulación financiera, y por tanto niegan el derecho de control de los
estados, encargados de salvaguardar el bien común” ¿A qué otra ideología se
refiere Francisco sino es al neoliberalismo que promovió Thatcher, y que
nuestros católicos colombianos tanto alaban?
Son importantes las aclaraciones del Papa, porque con ellas
Francisco busca devolverle al catolicismo la coherencia dogmática que muchos de
sus creyentes en el mundo desvirtúan con su actuar. En otras palabras, no es
coherente en ningún sentido predicar la “caridad cristiana” hacía los más
pobres, cuando se es una persona acaudalada que apoya la acumulación de riqueza
en pocas manos.
¿Qué tiene que ver un espectro político como la izquierda,
con todo este entramado de incoherencia religiosa?
Pues demasiado. Con la llegada de diferentes gobiernos de
izquierdas en el mundo, muchas personas de este espectro político han llegado a
ocupar posiciones burocráticas poderosas en sus respectivas sociedades, y a su vez, han elevado significativamente su
nivel de vida al obtener mejores remuneraciones del erario público.
Desafortunadamente, este hecho ha producido que algunas de
estas personas de izquierda, o hayan traicionado y reemplazado sus principios
por otros más cercanos al individualismo liberal u ostenten vidas personales
lujosas y extravagantes, muy parecidas a la élite egoísta que dicen
criticar.
¿Deben por lo tanto aquellos servidores públicos de izquierda,
que obtienen una considerable remuneración realizar “votos de pobreza” como
muchos monjes?
No necesariamente. Pero sí deberíamos, quienes nos
identificamos con ideologías de izquierda, tener siempre presente el objetivo
que nos ha llevado a luchar por la gobernanza: la equidad y la solidaridad
entre la sociedad.
Si no olvidamos este objetivo, entenderemos que no hay nada
que diste más de la equidad y la solidaridad, que la acumulación exacerbada de
riqueza personal, destinada egoístamente a satisfacer lujos banales o
caprichosos, y que por el contrario, no hay nada más cercano a esos objetivos,
que la austeridad solidaria.
No olvidemos las palabras de un izquierdista coherente como
el presidente uruguayo José Mujica (quien dona el noventa por ciento de su
sueldo a obras de caridad): “Pobre no es
el que tiene poco, sino que verdaderamente pobre es quien necesita
infinitamente mucho, y desea y desea, más y más…”.
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